Ségolène Royal, ganadora en primarias de la cabeza de cartel Socialista, dio un volantazo hacia la izquierda y recuperando las viejas tradiciones socialistas francesas ofreció y prometió grandes logros sociales para sus votantes. Tras su elección entre los socialistas, se la había visto callada, casi tímida, con meteduras de pata y errores que causaron irrisión en el electorado francés, por su desconocimiento del Estado. En un discurso de marcado acento social, la candidata detalló las 100 medidas de su programa que implicarán un aumento considerable del gasto público.
Siempre con su sonrisa, la ex ministra de Medio Ambiente propuso a los electores franceses «un pacto de honor, un pacto de confianza, un pacto presidencial». Su parte del trato incluye aumentar el salario mínimo (1.200 euros en la actualidad) a 1.500 euros «tan pronto como sea posible» e incrementar un 5% las pensiones. Ante 8.000 enfervorizados militantes, reunidos en Villepinte, periferia norte de París, Royal prometió un «orden económico y social más justo». La líder socialista apostó por «consolidar» la semana laboral de 35 horas, aunque reduciendo sus efectos económicos negativos. Royal no olvidó los acentos de «madre» con los que siempre gusta de salpicar sus discursos: «Quiero para todos los jóvenes de Francia lo mismo que para mis hijos». Prometió construir 120.000 viviendas sociales anuales, aumentar las ayudas para los más necesitados y permitir que los ayuntamientos requisen «los pisos vacíos a fin especulativo». La presidenta de la región Poitou-Charentes se erigió en la defensora de una «Francia mestiza», para distanciarse del candidato de centro derecha, Nicolas Sarkozy. La aspirante al Elíseo predijo «una violencia extrema y actos de nihilismo sin igual» que podrían «fracturar» el país si no cambia la política en los barrios más deprimidos. La que puede ser primera presidenta de la República francesa apostó por reinstaurar la «policía de proximidad», acabar con los «guetos escolares» e incluir un segundo adulto en las clases más «conflictivas». La Zapatera parece tratar de evitar el error de Lionel Jospin, candidato socialista en las elecciones presidenciales de 2002, quien perdió votos a su izquierda por intentar ganarlos en el centro. Sin embargo, el discurso decepcionó a quienes esperaban una izquierda reformista y moderna, como la que Royal encarnó cuando descolló como figura política, hace ya un año y medio. Como un símbolo de esta vuelta al pasado, el mitin echó el telón bajo los acordes de «Bella ciao», el himno de los partisanos italianos. En el ámbito internacional, Ségolène Royal se comprometió a seguir la senda marcada por los doce años de diplomacia «chiraquiana»: apoyo al multilateralismo, a Naciones Unidas y la «paz» como principio rector de la acción exterior. Al igual que hizo Sarkozy en su mitin de candidatura del 14 de enero, la ex ministra cargó contra las violaciones de derechos humanos cometidas en Rusia y condenó los «crímenes de guerra en Chechenia». Royal se permitió leerle la cartilla a Estados Unidos, a quien acusó de haber cometido errores «por el peso de su potencia». «Viviremos junto a ellos sin complejos. Porque la talla no tiene nada que ver con los principios». Críticas a la UE Royal guardó sus palabras más duras para la Unión Europea: «Digamos no a una zona de libre cambio adosada a la OTAN. A la Europa de todos contra todos de la competencia fiscal. A la Europa abandonada al dogma de la competencia». La candidata pidió que el Banco Central Europeo incluya el crecimiento y el empleo como objetivos principales, junto a la estabilidad de los precios, y que se flexibilice el Pacto de Estabilidad para que los estados puedan aumentar su déficit público.
Siempre con su sonrisa, la ex ministra de Medio Ambiente propuso a los electores franceses «un pacto de honor, un pacto de confianza, un pacto presidencial». Su parte del trato incluye aumentar el salario mínimo (1.200 euros en la actualidad) a 1.500 euros «tan pronto como sea posible» e incrementar un 5% las pensiones. Ante 8.000 enfervorizados militantes, reunidos en Villepinte, periferia norte de París, Royal prometió un «orden económico y social más justo». La líder socialista apostó por «consolidar» la semana laboral de 35 horas, aunque reduciendo sus efectos económicos negativos. Royal no olvidó los acentos de «madre» con los que siempre gusta de salpicar sus discursos: «Quiero para todos los jóvenes de Francia lo mismo que para mis hijos». Prometió construir 120.000 viviendas sociales anuales, aumentar las ayudas para los más necesitados y permitir que los ayuntamientos requisen «los pisos vacíos a fin especulativo». La presidenta de la región Poitou-Charentes se erigió en la defensora de una «Francia mestiza», para distanciarse del candidato de centro derecha, Nicolas Sarkozy. La aspirante al Elíseo predijo «una violencia extrema y actos de nihilismo sin igual» que podrían «fracturar» el país si no cambia la política en los barrios más deprimidos. La que puede ser primera presidenta de la República francesa apostó por reinstaurar la «policía de proximidad», acabar con los «guetos escolares» e incluir un segundo adulto en las clases más «conflictivas». La Zapatera parece tratar de evitar el error de Lionel Jospin, candidato socialista en las elecciones presidenciales de 2002, quien perdió votos a su izquierda por intentar ganarlos en el centro. Sin embargo, el discurso decepcionó a quienes esperaban una izquierda reformista y moderna, como la que Royal encarnó cuando descolló como figura política, hace ya un año y medio. Como un símbolo de esta vuelta al pasado, el mitin echó el telón bajo los acordes de «Bella ciao», el himno de los partisanos italianos. En el ámbito internacional, Ségolène Royal se comprometió a seguir la senda marcada por los doce años de diplomacia «chiraquiana»: apoyo al multilateralismo, a Naciones Unidas y la «paz» como principio rector de la acción exterior. Al igual que hizo Sarkozy en su mitin de candidatura del 14 de enero, la ex ministra cargó contra las violaciones de derechos humanos cometidas en Rusia y condenó los «crímenes de guerra en Chechenia». Royal se permitió leerle la cartilla a Estados Unidos, a quien acusó de haber cometido errores «por el peso de su potencia». «Viviremos junto a ellos sin complejos. Porque la talla no tiene nada que ver con los principios». Críticas a la UE Royal guardó sus palabras más duras para la Unión Europea: «Digamos no a una zona de libre cambio adosada a la OTAN. A la Europa de todos contra todos de la competencia fiscal. A la Europa abandonada al dogma de la competencia». La candidata pidió que el Banco Central Europeo incluya el crecimiento y el empleo como objetivos principales, junto a la estabilidad de los precios, y que se flexibilice el Pacto de Estabilidad para que los estados puedan aumentar su déficit público.
Volvamos a las viejas ideas socialistas de "Tonton" Miterrand y dejemos que el moderno y descafeinado socialismo de Zapatero se hunda en la nada.
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