martes, 26 de mayo de 2009

El Principio de Peter

Tal vez porque leí a una edad temprana la obra de Peter Lawrence, esta dejó huella en mí. Desde entonces evaluo mi entorno buscando señales que me indiquen el grado de incompetencia al que me enfrento. Era, es algo casi mecánico, como una tarea programada en mi personalidad que, realmente, desazona mucho. Ustedes dirán que soy algo paranoico y que encontraré esas señales en todos los sitios. Todos somos incompetentes en ocasiones y geniales otras. Es cierto.
De todas formas para mí es divertido juzgar a la gente por como distribuye sus carpetas, papeles y útiles de su mesa de despacho. Y, últimamente, me encuentro con un ejemplo sublime y, por elevación, diría que majestuoso. He encontrado todo un grupo humano donde las señales de incompetencia sonrojarían al propio Peter Lawrence. Es para ser estudiado en la universidades, americanas por supuesto, pues es algo sin parangón.
Han acertado. Se trata de nuestro gobierno paritario socialista, donde todos se esfuerzan y compiten por alcanzar el primer nivel..... de incompetencia. No voy a cansar con ejemplos que aparecen a diario en las noticias. Solo diré que basta ver sus caras y curriculum's para que cualquier departamento de Recursos Humanos los tachara sin piedad.
Semánticamente la palabra política es tan inconcreta y difusa que no me sirve para definir a quien debe gobernarnos. No basta ser un trepa de la política en su pueblo, provincia o autonomía.
Hace falta capacidad de mando, de decisión, conocimientos, sentido común y vocación de servicio publico. No estoy solicitando tecnócratas puros, pero tampoco pondría Fomento en manos de un político de pueblo, que ni siquiera ha sido capaz de gobernar su localidad.
Uno de los problemas actuales es que carecemos de referentes éticos (ni siquiera el Papa), ni morales, tampoco profesionales (escuchamos a Mario Conde embobados y Ruiz Mateos pretende erigirse en salvador), estamos huerfanos de ideas y lideres. La incompetencia empapa nuestras instituciones y nos empobrece día a día. Me invade el pesimismo.

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