Según un estudio ornitológico, las grullas y los patos llegan cada vez más tarde a España, al gozar de un tiempo benigno en Europa. A cambio, las cigüeñas se quedan casi todo el invierno con nosotros, adornando nuestros campanarios.
Se hacen perezosas y casi no viajan a París, no atienden los encargos. Deben pensar que no merece la pena traer niños a este mundo estúpido y nihilista, donde ni los políticos creen en sus propios programas.
A ras de suelo, el clima es irrespirable y denso. Los dirigentes no dirigen, simplemente azuzan. Viven cómodamente en su jaima de mando, dejándose dar jabón por los pelotas de corte, los funcionarios con aspiraciones y los pregoneros adictos. Alejados de una realidad social que reclama soluciones urgentes a problemas graves, ellos se instalan en la entelequia y la política de salón. Malditos sean.
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