
El aparato accidentado, un reactor CRJ 200 fabricado por la compañía canadiense Bombardier, que realizaba el vuelo IB-8665, llegó a Barcelona pasadas las tres de la tarde procedente de Valladolid con 40 viajeros. Por causas que todavía se desconocen o que no se han querido hacer públicas, cuando el avión iba a tomar tierra no pudo abrir el tren de aterrizaje. Fuentes de Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA) indicaron que antes no se detectaron anomalías ya que el piloto no informó a la torre de control de Barcelona de ningún problema. Air Nostrum afirmó que la aeronave pasó con éxito todas las revisiones de mantenimiento.
El accidente obligó a tener inactiva la pista entre las 15.06 y las 20.30 horas. Y dejó como una única pista operativa la tercera, ya que la transversal se tuvo que cerrar por las fuertes rachas de viento.
Más incidentes: El martes, otro avión de Air Nostrum, en este caso un Dash 8 Q-300 procedente de Pamplona, tuvo que realizar otro aterrizaje de emergencia con 19 pasajeros y cuatro tripulantes poco antes de la una de la tarde al fallar el tren de aterrizaje delantero. En esta ocasión, sin embargo, el piloto sí que avisó de que el tren de aterrizaje no se desplegaba.
El 27 de julio del 2006, justo un día antes de la movilización de los trabajadores de Iberia en el El Prat, un Canadair 200 de Air Nostrum tuvo que hacer un aterrizaje forzoso tras la explosión de uno de sus motores. El avión había despegado pero tuvo que regresar.
Por mucho que aseguren las compañías aéreas, dudo mucho que se pasen las revisiones de mantenimiento con la rigidez y la exigencia que requiere la salvaguarda de la vidas humanas. Por el contrario, los planteamientos mas pragmáticos y económicos rigen el comercio aéreo y nuestros aviones, antes rodeados de esa aureola tecnológica que nos aseguraba seguridad, van pareciéndose, palabras de un piloto amigo, a grandes autobuses con alas.
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