jueves, 1 de febrero de 2007

Accidentes y suicidios.

El Instituto Nacional de Estadística informa de que en el pasado año los muertos por suicidio en nuestro país superaron, por primera vez, a los muertos por accidentes de tráfico: 3381 y 3332, respectivamente.
Y creánme, estamos todavía en cabeza a la hora de contabilizar accidentes mortales.
Deben saber también, que en muchos casos y por presiones familiares muchos suicidios se hacen pasar por muerte natural.
No les resulta curioso que se hagan tantas campañas informativas, y legislativas, para frenar la lacra de las muertes por accidentes, y que en el caso de los suicidios reine tan clamoroso y vergonzante silencio. ¿Por qué? ¿A que se debe?
Alguien alegará que el suicidio es un último ejercicio de libertad personal que debe respetarse.
Estos mismos, defenderán y abogarán por la legalización de la eutanasia, incluso participaran caritativamente en este trance final. Tenemos ejemplos recientes.
Yo pienso que no hablamos de ello por que sentimos una profunda vergüenza. Vergüenza y fracaso. Somos conscientes que detrás de cada acto de suicidio, hay un vergonzoso fracaso social.
Hemos estudiado la tipología de los muertos por accidentes de trafico, y nos horroriza la sangría entre nuestros jóvenes. ¿Como? ¿Quienes son nuestros suicidas? ¿Lo sabemos?
Personas mayores, en general, con problemas de salud. Abandonados social y familiarmente, de recursos escasos, con sentimientos de culpa, de sentirse una carga para los hijos, los familiares.
Gente excluida socialmente, señalada con el dedo de la culpa o simplemente perdida en su confusión. No soy un experto, pero recuerdo que hace años envidiábamos los logros sociales de las democracias socialistas nórdicas, para a continuación señalarlos acusadoramente "sí, pero la gente se suicida como en ningún lugar de Europa".
A esta sociedad despreocupada, consumista y profundamente egoísta, solo le preocupa su bienestar. Clamará al Cielo y al Cesar cuando le afecte a ellos, pero mientras tanto, es mejor mirar para otro lado. La gente tiene cosas, pero no es feliz. En realidad, estamos ante una nueva esclavitud. El sistema es viejo y conocido, se nos permite vivir a cambio de producir y enriquecer a nuestros amos, sin posibilidad de libertad, basta con que miren el vencimiento de sus créditos e hipotecas, de sus tarjetas de crédito (ya agotado) generando intereses y obligaciones.
Nuestro mayores viven solos, pobres y enfermos. Si tenemos recursos contrataremos un inmigrante que los pasee o cuide. Pero no aliviaremos su dolor, seguirán pensando que son una carga afectiva y económica para sus hijos y disfrazaran de amor un acto terrible del que todos somos culpables. A la Administración no le preocupa lo mas mínimo esta situación, no le gusta que se la recuerden, no desea que se airee y se habla poco de ello. Un pensionista enfermo menos. Menos gasto en sanidad y en pensiones. Es duro pero es así.
Y ustedes, que suspiran desconsolados porque no hay nieve y no pueden llevar sus hijos a esquiar, aprovechen y vayan a ver a los abuelos, tal vez les regalen unos días de vida.

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